sábado, 9 de enero de 2010

Primera parte: el mundo de las cucarachas

Dos planchas

No se sabe exactamente a qué extraña edificación pertenecían aquellas dos planchas de concreto, una apenas unos cuantos milímetros encima de la otra. Probablemente era un muro que había caído encima de otro, una separación accidental entre los cimientos de un rascacielos, o el producto del colapso de varios pisos de un edificio.

A las cucarachas que vivían en medio de ellas no les importaba. Muchas generaciones habían pasado y las dos planchas siempre les habían provisto de cobijo y habitación segura. Eran tan grandes que no se conocía de ninguna que hubiera llegado hasta sus extremos. Desde todo punto de vista, el mundo conocido para ellas estaba compuesto por esos pocos milímetros entre plancha y plancha.


Bidimensionalidad

Así que su mundo era bidimensional, sólo había posibilidad de moverse a la derecha o a la izquierda, hacia delante o hacia atrás, pero nunca arriba o abajo.

Con el tiempo las cucarachas fueron adaptando sus sentidos a esa bidimensionalidad. No tenía caso sentir lo que había encima o debajo pues era siempre exactamente igual, incluso llegaron a perder la conciencia de cómo lograban moverse. Sabían que podían hacerlo por la evidencia del movimiento en sí, pero no se daban cuenta de que se debía al apoyo de sus patas sobre una de las planchas. Sus ojos y antenas se enfocaban en abarcar dos dimensiones nada más.

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